Cada hemisferio cerebral se
comunica con el otro a través del cuerpo calloso con un trasvase de información
que se cifra en 4x107 bits/s.,
mientras que nuestro consciente de vigilia en ritmo Beta alcanza tan sólo 40 bits/s.
de información.
Por tanto la mayoría de los
procesos se hallan bajo el umbral de la consciencia de vigilia ordinaria, es
decir nos resultan inconscientes. Si modificamos lúcidamente nuestro ritmo
cerebral a Alfa o Theta podemos conectarnos con una información que solemos
desconocer.
Hay procedimientos sencillos e
inocuos que permiten desde el estado de vigilia ordinario favorecer la
integración de la información que acogida en un hemisferio principalmente pueda
pasar y reconocerse en el otro. Esto tiene una profunda importancia para el
aprendizaje y su fijación como un conocimiento reconocible e integrado.
El estado anímico y de
consciencia en el momento de la recepción en la
entrada de las impresiones al psiquismo es materia fundamental para el educador
al plantearse mostrar un “conocimiento” al educando.
Dado que ambos hemisferios en sus
partes constituyentes manifiestan características funcionales propias, en el
proceso de aprendizaje conviene generar los procedimientos adecuados para
favorecer las conexiones entre las diversas redes neuronales implicadas,
permitiendo así una visión más amplia y profunda de la información que se
recibe. Hay que tener en cuenta que la “resonancia” de las impresiones es
percibida por los hemisferios con visiones que no son exactamente iguales, por ello en
nuestro centro atendemos a la importancia de métodos de integración hemisférica.
Uno de los aspectos que permiten la conexión
de ambos hemisferios, integrando los contenidos
de la consciencia, es el estado que propician
las frecuencias cerebrales.
Si recordáis, en nuestro post
anterior decíamos que las cuatro grandes franjas de frecuencia de las ondas
cerebrales: delta, theta, alfa y beta -y la
5ª gamma- pertenecen a una división técnica
realizada por un aparato, “el electroencefalógrafo”; lo cierto
es que la realidad es mucho más compleja y los estados
de consciencia que se reflejan en las frecuencias que marca
el aparato son extremadamente ricos y variados. En este contexto la
coherencia de los ritmos cerebrales es la auténtica clave para un
funcionamiento cerebral óptimo.
Haciendo alusión a lo anterior,
uno de los grandes problemas de la actualidad es que el ser humano se encuentra
enfrascado en una actividad vertiginosa, encontrándose su estado natural en el
baremo de las frecuencias Beta, cuando idealmente el
estado natural del ser humano debiera estar establecido, o al menos aproximarse,
a la franja de ondas Alfa como tónica básica.
Una persona que mantiene, o se
aproxima, en su actividad diaria de forma natural al estado de frecuencia Alfa,
en mayor o menor medida puede acceder en momentos de máxima concentración a las
frecuencias más altas de Gamma sin generar ningún tipo de estrés, mientras que
el individuo que se encuentra la mayor parte de su tiempo en Beta y accede a
Gamma sin control, genera estrés y esto, evidentemente, es caldo de cultivo
para diversos desórdenes psicobiológicos.
Por todo ello en las
clases que impartimos en nuestro centro siempre hacemos hincapié en la
importancia de la coherencia de los distintos estados que representan el
espectro de las frecuencias cerebrales. Y esto es posible de forma natural
cuando la educación contempla el trabajo sobre la “atención” y los factores
emocionales de la consciencia desde edades tempranas, y no solo sobre los
contenidos específicos a desarrollar, dando como resultado personas creativas,
librepensadores con capacidad crítica y con recursos para buscar y encontrar
aquello que necesitan en un momento dado, siempre dispuestos a crecer y mejorar;
en definitiva y como consecuencia natural seres humanos sanos y felices.